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Que la suerte te acompañe (o no)

20 de diciembre de 2018 por FarriLi Deja un comentario

 

La suerte de la fea la guapa la desea

Empezaremos este post hablando de Frane Selak, un ciudadano croata ya jubilado, que se ganaba la vida como profesor de música. El bueno de Frane tuvo la mala suerte de sufrir un gravísimo accidente de 1962. El tren en el que viajaba descarriló y cayó en un río. El fatal accidente resultó mortal para la mayoría de los pasajeros, que perecieron en el desastre, pero no para Selak, que consiguió sobrevivir al llegar nadando hasta la orilla a pesar de romperse un brazo. ¿Fue afortunado al sobrevivir?

Mientras lo pensamos, sigamos con su biografía. Al año siguiente, en 1963, Frane viajaba en un pequeño avión cuando en pleno vuelo el motor se paró, la cabina perdió presión y empezó a precipitarse velozmente, de tal guisa que la puerta del avión se desprendió y nuestro amigo Frane salió despedido por los aires. 29 personas morirían en ese accidente. Pero Frank no fue una de ellas. Él, al salir despedido, cayó en otro lugar, una zona de tierra blanda que amortiguó el golpe por lo que logró superar el trance con apenas algunas lesiones.

Pero su historia no termina aquí. Dos años después y quién sabe si escarmentado por usar según que tipo de transportes de «riesgo», nos encontramos a nuestro amigo Frane haciendo un trayecto rutinario en autobús para ir al trabajo. Desafortunadamente el suelo helado hizo al autobús patinar y atravesar la barrera lateral de la calzada para precipitarse en un valle. Cuatro personas murieron en este accidente y sí, lo habéis adivinado: Frane Selak no fue una de ellas.

Podríamos decir que luego se pasó al vehículo particular para evitar problemas, pero ya nos podemos oler lo que sucedió: su primer coche se incendió pero Frane consiguió salir antes de que explotase. Su segundo coche, tres años después, también se incendió, explotando el depósito de combustible. Frane sufrió algunas quemaduras, pero pudo contarlo.

Podríamos pensar que al hombre solo le quedaba probar a hacer de humilde peatón a ver si así evitaba más desastres, pero a estas alturas ya sabemos el resultado: En 1995 fue atropellado por un autobús, atropello al que por supuesto sobrevivió. Y sí, volvió a coger su coche, y un camionero despistado lo sacó de la carretera: Frane Selak consiguió saltar antes de que su vehículo se precipitase 90 metros por un barranco.

La historia de Frane Selak es tan singular que muchos periodistas lo han llamado el hombre más afortunado del mundo y otros muchos, sin embargo, lo han llamado el hombre más desafortunado del mundo.

Tal vez os estéis formando una opinión al respecto en este momento. Pues permitidme que os cuente un último detalle: en el año 2003 Frane Selak ganó el premio gordo de la lotería.

Que te toque el «El Gordo»

Cuando utilizamos esta expresión nos referimos a que nos ha tocado el premio principal de la lotería. Aunque es curioso como en el ámbito popular se utiliza la expresión «me ha tocado el gordo» también en el sentido contrario, irónico,para referirse a malas noticias: el diagnóstico de una grave enfermedad o la comunicación de alguna desgracia se acompaña a veces de la expresión «Con X nos ha tocado el gordo».

A raíz de la historia de Frank Selak podríamos concluir que tuvo un final feliz: después de tanto infortunio ganó un montón de dinero en la lotería. ¿Sí? ¿De verdad?

Hay estadísticas que dicen que el 70% de los ganadores de la lotería tardan relativamente poco tiempo en perderlo todo y en quedar en peor situación económica que antes de ganar el premio. De hecho existe un curiosísimo estudio realizado conjuntamente por la Universidad de Northwestern y la Universidad de Massachusetts con el provocador título de «Los ganadores de la loteria y las víctimas de accidentes ¿Es la felicidad relativa?», que viene a concluir que al cabo de un año el estado de ánimo de quienes ganaron la lotería y quienes sufrieron un accidente era prácticamente el mismo.

Ganar la lotería puede ser fuente de alegría inmediata pero de desdichas por venir: puede afectar a la «naturalidad» de nuestras relaciones, nos puede hacer cambiar de gustos, nos puede imponer nuevas «obligaciones» que no deseamos y sí, también nos puede mejorar la vida un montón y punto. Depende. Y de eso va el post, de que depende.

Buena suerte o mala suerte

Hace poco discutía con un amigo sobre la naturaleza de la suerte. Él se considera desafortunado y cree que es una persona con mala suerte y yo trataba de convencerlo de que no, de que él había aprendido de algún modo a ser pesimista y a ver siempre el vaso medio vacío, por lo que siempre tiene la impresión de que solo le pasan cosas malas. Parece ser que mi idea le sedujo y se marchó pensando que tal vez yo tenía razón, que había aprendido a verse como desgraciado y que podía aprender a verse de otra manera. Al día siguiente su coche recién comprado que le había costado un ojo de la cara y que le resultaba imprescindible para ganarse la vida recibía un caprichoso golpetazo de un despistado taxista. Mi amigo me llamó y yo me tuve que callar la boca y tragarme mis teorías. La casualidad de que justo el día después de hablar de esto le pasase una «desgracia» me dejó chafado.

No obstante no me quedé conforme. ¿Qué te abollen el coche es una desgracia? Pues sí… o no. También depende. No podemos saber que hubiese pasado si no le hubiesen abollado el coche. Tal vez hubiese seguido circulando y le hubiese arrollado un autobús o hubiese acabado teniendo una avería más cara o sencillamente no hubiese pasado nada.

¿Adónde quiero ir a parar? Pues a un lugar muy extraño.

Suerte, casualidad y universos paralelos

Hace unos años mi pareja y yo sufrimos un aborto espontáneo. Fue una experiencia dura, dolorosa, decepcionante, que nos llenó de pena. Habíamos puesto muchas  expectativas  en esa historia y de repente todo se fue al traste. Pensamos en la posibilidad de dejar de intentarlo, de no tener más hijos. No queríamos volver a pasar por eso.

Sin embargo un año después nacía mi hija pequeña. Hoy en día siento auténtica devoción por ella y es un ser humano que me tiene el corazón robado. Pero hay un pensamiento muy extraño que me atenaza. Si el anterior embarazo hubiese llegado a término ella no hubiese existido. Esta linea de pensamiento lleva a lugares inquietantes del tipo: si tus padres no hubiesen coincidido aquel día exactamente por casualidad en aquel callejón tampoco tú existirías, o si tu abuelo no hubiese perdido aquel billete de tren no hubiese conocido a tu abuela, o si tu bisabuelo no se hubiese roto la pierna tu bisabuela enfermera no hubiese tenido la oportunidad de enamorarse de él y así hasta el infinito o hasta el mono o hasta Adán o hasta el supuesto meteorito que trajo la primera materia orgánica a la tierra y que por un palmo no chocó con otro. Somos una casualidad de proporciones descomunales, estoy aquí escribiendo y vosotros leyendo por una potra cósmica que hace difícil no pensar en algo más grande que nosotros, en lo inefable, en lo numinoso, en lo sagrado tal vez.

Que algo sea una suerte o una mala suerte es absolutamente imposible de determinar sin la perspectiva necesaria. Hay montones de historias de personas que perdieron un vuelo que después se estrelló o que no pudieron subir a un barco que después se hundió y hay montones de historias de personas que obtuvieron un triunfo, un premio o una supuesta suerte que los acabó matando.

No, no creo que seamos capaces de juzgar nuestra suerte, me parece un esfuerzo vano, fútil y carente de sentido. Tal vez, y solo tal vez, lo que sí tiene sentido es centrarnos en qué hacemos con ella para evitar, en la medida de lo posible la pesadilla a la que se refiere Oscar Wilde en la cita con la que cerraremos el post:

“El hombre puede soportar las desgracias que son accidentales y llegan de fuera. Pero sufrir por propias culpas, ésa es la pesadilla de la vida.”

Dedicado a mi amigo F.C.

 

 

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FarriLi

Sobre el autor

Rafa Llinás, alias FarriLi, es psicólogo, psicoanalista, mediador y divulgador de la mediación. Padre, marido, hermano mayor, hijo...

Puedes conocerle mejor visitando su archivo de publicaciones.

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