
«Yule laugh» by Danny boy no-yes
Hola amigos. Os escribimos el día 27 de diciembre habiendo comprobado que no nos ha tocado el gordo de la Lotería y una vez han pasado parte de las celebraciones navideñas. Aquí en Cataluña hacemos una maratón de celebraciones alrededor de estos días: el cagatió, la nochebuena, el día de Navidad, el día 26 celebramos San Esteban… por lo general al día 27 llegamos con la panza hinchada, el hígado a toda máquina y unos cuantos Alka-Seltzer para poder funcionar. Y depende de cuán disfuncionales o alegres ( o ambas cosas a la vez en mi caso, ¡qué vida!) hayan sido nuestras celebraciones, la vuelta al trabajo se convierte en un retorno a la gris monotonía átona y tristona o bien al sosiego, al silencio… a la calma.
Estas semanas pasadas he estado preguntando a muchas personas cómo se presentaban las celebraciones familiares de Navidad. A pesar de la edulcorada publicidad que nos sugiere una realidad donde reinan la paz y el amor, la mayoría de personas se sentían inquietas por uno u otro motivo: encontrarse con personas a las que no deseaban ver, la dificultad de cumplir con todos los compromisos sociales y familiares, el profundo sentimiento de pérdida de seres queridos que ya nos han dejado y no se sentarán con nosotros en la mesa, o bien el abismo de no saber cómo van a transcurrir estas fiestas por cambios en sus núcleos familiares. La inquietud y el desasosiego han abundado en las predicciones o configuraciones mentales que ellas se habían hecho mentalmente antes de las fiestas de guardar. Hoy he hablado con algunas de esas personas que habían hecho un mal pronóstico, y han comprobado que no es tan fiero el león como lo pintan. Sus mayores temores estaban en su mente, y las fiestas han sido bastante pasables. El miedo al ritual navideño está muy en nuestra mente, en una construcción que nos hacemos, quizás de la representación del «debería ser» y acto seguido nos damos de bruces con «lo que es». Esa diferencia entre la perspectiva imaginada o el deber y la simple realidad es lo que muchas veces nos chirría.
Me ha gustado ver que hemos sobrevivido a los fantasmas mentales de las Navidades. Quizás porque no tenemos ya las expectativas infantilizadas del «deber ser»,quizás porque nuestra capacidad de resilencia es enorme. El ritual base de la Navidad es bien hermoso: oculto tras la celebración religiosa del nacimiento de Jesús,su porqué ancestral está en la celebración del crecimiento de las horas de luz del día, tras el solsticio de invierno. Haciendo nuestro el rito, y no siguiendo meramente los dictados de la tradición (que por supuesto cada uno puede adoptar si esa es su creencia) nos parece que aboga por la esperanza, por la mejora, por la luz.
Os queremos desear a todos, tras las fiestas de rigor, tras los encuentros y desencuentros de estos pasados días, y una vez asentados en la maravillosa monotonía del día 27 de diciembre, una feliz entrada al año 2019 y un feliz de fiesta coherente con vosotros mismos, con quiénes sois y con lo que deseáis.
¡¡¡Hasta el año que viene!!!!
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