Era un jueves por la noche. Me había homenajeado con un taxi después de salir de la comisaria de los Mossos de Escuadra; estaba de guardia y el cansancio no me permitía empezar a hacer combinaciones estrambóticas de Nitbus. El taxista estaba escuchando la radio, un programa deportivo. Presté atención a la tertulia radiofónica cuando explicaron que un agente de la Erztzaintza había muerto. Me puse en alerta y pregunté al taxista: hubo una bronca tremenda entre las aficiones del Athletic y el Spartak de Moscú. La muerte no fue a causa de una reyerta, como yo había temido, sino por un ataque al corazón. Esta dolorosa noticia dio paso a varias entrevistas a jugadores del Bilbao y a aficionados del Athletic que explicaban entre otros hechos, como habían visto encender bengalas y volcar contenedores. Los comentaristas se preguntaban qué hacer con este tipo de hinchas; Europa tenía que hacer algo: no era la primera vez que los ultras del Spartak la liaban (en Marsella también dejaron su huella vandálica hacía unas jornadas).
Bengalas: algo tan inocente a simple vista, incluso tan festivo, era un ejemplo de agresividad. Desde mi desconocimiento más absoluto del mundo futbolístico creí recordar que habían sido prohibidas hace unos años en los campos de fútbol por su peligrosidad. Porque podían ser utilizadas como armas. Vino a mi memoria un recuerdo vivido por mí misma: hace unos meses un domingo por la mañana tropecé con una escena muy pintoresca: unos hinchas desaforados habían visitado el campo del Club Deportivo Europa, cerca de mi casa: el humo de las bengalas, los Mossos cortando la calle, los cantos guturales y los cristales de botellas rotas de cerveza en el suelo me causaron una sensación de fragilidad e inseguridad importante.Me sentía amenazada.
«¿Qué ha pasado para que no puedas llevar a tu hijo a ver un partido de fútbol?»
Los contertulios radiofónicos tenían una queja muy clara que compartían: ¿qué ha pasado para que no puedas llevar a tu hijo a ver un partido de fútbol? Algo tan sencillo y tan ilusionante para un niño como ir a ver a su equipo favorito en según que encuentros no era recomendable, era peligroso y podía suponer que el niño como mínimo viera escenas desagradables perpetradas por gamberros. Alguno de los jugadores del Athletic lo decían: mi hijo o mis padres no han ido al campo, esta vez mejor que no.
Empecé a charlar con el taxista. Le comenté que yo pensaba que estas cosas no pasaban en los estadios de Europa ( insisto en que desconozco el mundo del deporte a nivel de actualidad, quizás por eso me llamó tanto la atención la radiación de la noticia de los hechos sucedidos en Bilbao). Pensaba que eso sucede en otros lugares del mundo, sobretodo recordaba que habían habido problemas muy graves en campos de fútbol de países sudamericanos. La charla con el taxista me sacó esa idea de la cabeza. Su rotunda afirmación fue: Los campos de fútbol están fatal.
«Si no te dejes marcar dos goles de aquí no sales vivo»
Sabía de qué hablaba, y no era por escuchar los programas deportivos nocturnos. Su hijo es portero de un equipo que está en Preferente, y ahora tiene 15 años. Lleva bastantes años acompañándolo por diferentes campos de toda Cataluña. El problema no son los chavales, el problema son los padres, que parece que vayan al campo a desahogarse de las frustraciones semanales. Había pasado verdadero miedo en algunos campos. Entre las muchas anécdotas que me relató he seleccionado dos. En la primera en la él y su hijo fueron los protagonistas: hacía unos 3 o 4 años a su hijo se le habían puesto en la grada trasera chicos mayores y padres del equipo rival, insultándolo y amenazándolo con lindezas del tipo si no te dejes marcar dos goles de aquí no sales vivo o eres un gallina y un acabado y te vamos a hacer papilla, hijo de p…. Así, tal cual. Hombres de 35 o 40 a años a un chaval de 12 o 13. ¿¿En serio??,le pregunté desde mi asombro??: En serio. Aquel día en aquel campo no pude más, y fui yo solo (porque si voy con más padres del equipo se lía seguro…) a hablar con ellos. Era indignante cómo estaban chillándole. Y a riesgo de ponerme en peligro fui a defender a mi hijo. Y les hice esta reflexión: los chavales están aquí para pasarlo bien, para jugar sin más. No se van a ganar la vida con esto. ¿No ves que no tiene ni barba? ¿Cómo puedes hablarle así a un niño que lo único que hace es jugar a fútbol? Los increpados, por suerte,se dieron cuenta de lo que estaban haciendo. Quizás fue porque fue solo hacia ellos, sin más padres de su equipo. Quizás porque no les habló desde una posición ofensiva. Les hizo ver que lo que tenían delante no era «el enemigo», sino simplemente un chaval. Parece que el mecanismo alienante es dejar de ver el ser humano que es el jugador, dejar de percibir que se trata de una persona.
La segunda anécdota la había vivido como observador. Recordaba como hace unos años, otro niño portero que iba vestido como un pincel, se disponía a guardar la portería en un partido. Su madre se colocó justo detrás de él, en la grada. Empezó a ejercer de entrenadora: no así no, tienes que colocarte más a la izquierda, no, te has equivocado, has debido salir antes de los palos, no….. El niño, que no tenía más de 8 años, harto y avergonzado, se sacó los guantes, los tiró al suelo con toda su rabia infantil y le chilló a su madre Ahora juegas tú!!!. Olé por el chaval, pensé; se merece un monumento a la asertividad. Desgraciadamente, no todos los niños (o adultos) son capaces de deshacerse de la presión de unos padres que vuelcan de una manera tan invasiva sus esperanzas. Lo de vivir a través de tus hijos en el deporte puede alcanzar cotas muy peligrosas para la estabilidad mental de los pequeños.
El problema son los padres, me insistía el taxista: mi hijo es amigo de muchos de sus adversarios en el campo: quedan, van a ver los partidos de unos y otros, juegan a la Play por internet juntos. El asunto es que los padres quieren tener al nuevo Messi y atosigan a los chiquillos de una manera que produce bochorno. Y además está el asunto de cómo se comportan en el campo. Cómo tratan al equipo contrario. El saber que cuando va a haber un Derby se puede liar una gorda. Creo que los chavales se avergüenzan de nosotros.
«El primer humano que insultó a su enemigo en vez de tirarle una piedra fue el fundador de la civilización», Sigmund Freud
Llevo días pensando sobre mi conversación con el taxista sensato. Una de las líneas de tensión la tenía clara, y os adelanto que Rafa ha escrito sobre ello y el post está haciendo chup-chup: los padres que se convierten en entrenadores- hooligans- seleccionadoresnacionales de sus hijos y sus extraescolares (ejemplo dos de nuestro taxista).
La otra linea de pensamiento tenía más que ver con esa agresividad y violencia en el deporte, como una válvula de escape que está fuera de los hermosos valores en los que se fundamenta: el trabajo en equipo, la capacidad de superación, el pensar en los compañeros, la competencia leal. Recordé que en algún momento había leído a no sé que autor que decía que el deporte es una sublimación de la guerra. No es un único autor. Es una tesis sostenida por un montón de ellos (son legión, por sumarme al lenguaje bélico). Para muestra dos botones:
George Orwell: El deporte es la guerra sin disparos
Eduardo Galeano: En el fútbol, ritual sublimación de la guerra, once hombres de pantalón corto son la espada del barrio, la ciudad o la nación
Es una idea sugerente. ¿Por qué es tan importante el deporte, por qué mueve tantísimo dinero, por qué los bares se llenan de gente cuando hay un Barça-Madrid o un Derby? ¿Qué mueve a millones de personas a plantarse delante de una pantalla para ver un partido? El pertenecer a un equipo te iguala con tus congéneres, aunque sea en el momento del partido: todos sois uno, se dejan atrás las diferencias y te mezclas en un nosotros colectivo. Ese yo común se forma en contraposición al otro yo común, el del equipo rival. El lenguaje deportivo está lleno de referencias bélicas: se ataca, se defiende, se tiene un capitán ( en los juegos de equipo) y se lanzan cañonazos. Estas notas se pueden concluir de deportes mayoritarios, donde hay una gran masa de aficionados. Desconozco si hay ultras del ping-pong ( quizás en China), de los 100 metros lisos o del tiro con jabalina. No me suena…. Algo pasa con los deportes de equipo que nos confunden en una identidad colectiva que va más allá de nosotros mismos, que nos convierten en masa. Os cito a Elias Canetti en «Masa y poder», para que veáis a dónde me ha llevado el asunto:
La descarga: el acontecimiento más importante que se desarrolla en el interior de la masa es la descarga. Antes de decir esto, a decir verdad, la masa no existe, hasta que la descarga la integra realmente. Se trata del instante en el que todos los que pertenecen a ella quedan despojados de sus diferencias y se sienten como iguales
El deporte de masas es un hecho simbólico que conecta con algo muy profundo de la naturaleza humana. Con nuestra parte identitaria, tribal, combativa o territorial. Un espectáculo simbólico que nos ayuda a descargar nuestras tensiones y a sentirnos vivos. Qué enorme alegría cuando nuestro equipo gana y qué decepción tan grande cuando estábamos a punto de tocar la gloria con los dedos y se nos escapó!!. Recuerdo a mi padre llorar cuando su equipo perdió un año la Liga, y debe ser de las pocas veces que lo vi llorar en mi vida. Pero ese sentimiento de comunión puede ser utilizado por algunas masas para transgredir las normas socialmente aceptadas. Leyendo sobre estudios de sociólogos sobre los hooligans y su desarrollo en Inglaterra, se apunta la tesis de que, si bien la primera explicación de estos grupos y su actuar sería por frustración, otros autores apuntan a que se debe a una falta de estímulos y de…..aburrimiento!!!! ¿Actúan de manera destructiva para sentirse vivos? Parece un contrasentido, pero a mi me cuadra.
Divagaciones desde una mirada cuasimarciana
Es fácil y cómodo condenar la violencia en el deporte. De hecho, es natural su condena. A veces se pone de moda burlarse de la gente que tiene como una de sus principales pasiones el fervor por su equipo favorito. Pero creo que vale la pena poder ver y pensar sobre las sombras de este fenómeno tan importante y cotidiano: el deporte. Y existen otras excusas para otros fanatismos, todos podemos vernos tentados de fundir nuestra identidad individual en la reconfortante catarsis de la pertenencia a nuestra sopa colectiva favorita. Me abruma un pensamiento. La idea de que en muchas ocasiones, para los humanos, estar en guerra (o en lucha) signifique estar vivo. Que en la destrucción y en ese anhelo de pertenencia esté una reivindicación de la propia existencia. Juzgar estos fenómenos como negativos y clamar por su abolición no nos permitirá avanzar. Necesitamos mirarlos no desde el juicio moral (que fácil es!) sino desde la intención de comprender.
Movido por la idea de que un gran evento deportivo internacional podría aligerar las tensiones políticas entre países, y por unas ideas pedagógicas revolucionarias, el Barón de Coubertin junto con otros ilustres ciudadanos refundaron los Juegos Olímpicos,quizás con la idea de que los pueblos nunca más luchasen en una contienda real. Fracasaron en ese ideal, la historia del siglo XX da fe de ello. Sin embargo,nosotros somos herederos de esa tradición olímpica. La cita completa de su famosa frase es esta:
Lo más importante en los Juegos Olímpicos no es ganar sino participar, lo esencial en la vida no es vencer sino luchar bien
Ese espíritu representa para mi que ganar significa vivir. Significa levantarse cuando te han derrotado y continuar. Significa que esa victoria sea entre humanos, sin necesidad de embrutecer ni eliminar al adversario, puesto que este es, al fin y al cabo, nuestro maestro en la única lucha que de verdad se libra: aquella que todos tenemos con nosotros mismos. Os traigo una canción por todos conocida, a modo de homenaje a cada uno de nosotros y nuestro mérito por salir adelante un día más.
Las sociedades funcionan como una olla a presión y ciertos deportes populares suelen ser la tapa que se descorre. Las carencias se expresan con violencia.
Gracias Luis por tu aportación. Sí, de alguna manera se han de aflojar esas tensiones. Ojalá con un poco de conciencia vayamos encontrando como encauzarlas. Un saludo!!