Volver
Pues ha costado mucho más de lo que esperábamos. Nos despedimos hace más de mes y medio prometiendo reencontrarnos al volver de vacaciones y parece que llevamos volviendo de vacaciones más tiempo del que tocaba.
Recuerdo que cuando nos fuimos pensábamos que este verano se nos ocurrirían un montón de ideas / pensaríamos historias y temas diferentes aprovechando el contraste del cambio de aires / escribiríamos artículos de reserva para no ir tan apretados durante el año/ (etcétera, etcétera, etcétera)
Nada de eso ha sucedido: resulta que no habíamos tenido la idea del siglo, no hemos avanzado en absoluto con el trabajo de cara al curso que viene ( hemos sido más cigarras que hormigas….), ni hemos destilado ningún pensamiento genial que nos permita implementar la paz en el mundo.
Lo único que nos hemos encontrado al volver has sido el más absoluto vacío.
Dialogar con el vacío (o hacer de la necesidad virtud)
La angustia va creciendo exponencialmente cuando uno no sabe sobre qué escribir y se siente en la obligación de hacerlo. Si encima uno se ha puesto unas expectativas obligatorias sin necesidad, llega un momento en el que te falta espalda para tanta carga. De hecho me duelen mucho los hombros y, aunque sea de hacer el burro con mi hija pequeña, quien sabe: somos metáforas con patas. Ante el avance del vacío y su prosaica evidencia lo primero que se le ocurre a uno es negarlo y buscar excusas para ir tirando mientras tanto. Dicho de otro modo: te dejas poseer por tu «avestruz interior». Lo segundo es buscar salidas honrosas y racionalizar como si no hubiese un mañana en duelo a muerte con tu propia disonancia cognitiva. Et voilà, sabedores de que no llegábamos al primer jueves de septiembre con post nuevo, enseguida barruntamos la excusa perfecta, la justificación coherente, la racionalización idónea. Para nuestro cuento chino necesitábamos una buena narrativa, como pasa con todo. Y doy fe de que la teníamos. Los crecidos en las calles de Sant Adrià de Besòs siempre hemos tenido las fiestas patronales como límite que pone realmente fin al verano. El colegio empezaba justo después y, por lo que he vivido en el Ayuntamiento de mi ciudad, la sensación es la misma: hasta que no acaban las fiestas no empieza realmente el nuevo curso.
Perfecto, mentalmente ya nos podíamos permitir tardar una semana más en publicar, nuestra excusa era válida. El problema llegó el jueves siguiente: seguíamos sin tener absolutamente nada.
Y entonces, cuando ya no había excusas, cuando resultaba evidente que había un problema, cuando nos dimos cuenta de que no teníamos ganas de escribir, ni temas que tratar, ni tiempo para hacerlo, cuando nos dimos cuenta de que efectivamente no pensamos en el blog ni un segundo en todo el verano, cuando cobramos consciencia de que estábamos fracasando en nuestro propósito apareció la salvación: nos cogieron una terribles ganas de rendirnos.
Habrá un post sobre la rendición como terapia, como bálsamo y como milagro, pero será otro día. El caso es que nos rendimos. Asumimos que no éramos capaces de escribir, que no teníamos ganas de hacerlo y experimentamos mentalmente con la idea de dejarlo. Saboreamos cada momento de paz imaginado sin esta obligación, gozamos la tranquilidad de olvidar el Face y la difusión de los artículos, aceptamos de buen grado la pérdida del gustillo que dan los likes y los comentarios cariñosos a cerca de nuestro trabajo. Ya está. Se acabó.
Habíamos fallado, habíamos perdido, asumimos la derrota. Y explicado de otra manera: dejamos de negar el vacío, dejamos de querer llenarlo de obligaciones, dejamos de querer arrancarle tesoros a la fuerza. Le concedimos la victoria, rotunda y absoluta. Aceptamos la nada.
Y entonces, solo entonces, volvió el deseo.
Sí vale, pero de qué vais a escribir esta temporada?
Pues esta temporada hablaremos de mantas raya demasiado cerca de la orilla, del ejercicio de la pediculosis como práctica de concentración y meditación trascendentalísima, de bellas coreografías de violencia en los vagones del metro, de como tomarse o no tomarse una caña determina el destino de una relación, de la absurda actualidad tal y como vaya viniendo; hablaremos con y de personas que nos gusten, del conflicto siempre, de la debilidad como fuerza y de cómo la fuerza está en otra parte, de la rendición como camino iniciático, de lo maravillosos que podríamos ser si no estuviésemos casi siempre muertos de miedo, de cosas de reír y de cosas de llorar o, si lo preferís y por ser coherentes con el resto del artículo: de lo que buenamente podamos en cada momento.
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